En esta segunda parte, pretendo refutar otra de las "historias modificadas" sobre la época del terrorismo, que desafortunadamente viene difundiéndose con cierto éxito entre nuestros jóvenes.
b. ES FALSO AFIRMAR QUE LA POBLACIÓN SE VIO “EN MEDIO DE DOS BANDOS MALIGNOS EN PUGNA”
Esta afirmación la he escuchado reiteradamente en programas periodísticos y verdaderamente indigna que la sutileza de la idea pretenda deformar enormemente la realidad de los hechos. La “sutil” idea pretende proyectar la imagen de un pueblo víctima del enfrentamiento de dos fuerzas malignas, una la de las hordas terroristas y otra la del Estado.
Voy a partir señalando categóricamente que la idea es FALSA. Y me explico:
- El Estado combatía al terrorismo, y no es la parte “mala” de la historia. Si queremos encorsetarnos y seguir una clasificación maniquea, el Estado en este caso debía ser el “bueno” de la película. Es decir, había un grupo de delincuentes, que debía ser enfrentado por las fuerzas del orden.
- Ahora bien, que las fuerzas del orden (Policía Nacional, Ejército, etc.) no hayan mostrado mucha efectividad durante los 80s, se debió más a malas decisiones políticas de los gobernantes de turno, y al hecho de que recién a fines de 80s se entendió la necesidad e importancia de un trabajo de inteligencia profesionalizado.
- Por otro lado, si dentro de las fuerzas del orden, algunos elementos cometieron excesos e incluso delitos, ello no puede ser generalizado. Conozco versiones de primera mano de heroicos policías y militares (o de sus familiares) que ofrendaron su vida o su integridad física, y que además confiaban en que sus comandos daban las órdenes correctas, bajo circunstancias extremas, en la lucha contra la subversión.
- La prueba de que los civiles, sean citadinos o campesinos, entendían que la lucha era del país contra el Terrorismo (y que no eran meras “víctimas de la circunstancia” en medio del enfrentamiento de dos “fuerzas malignas”) son precisamente los Ronderos Campesinos, que en Cajamarca probaron ser en muchos casos, más efectivos que la misma policía. Los Comités de Autodefensa son otra prueba de la sociedad civil tratando de defenderse y tomando partido por el Perú, en contra del terrorismo. Ya si consideramos casos extremos, tenemos el triste y lamentable caso de la Matanza de Uchuraccay, en la que campesinos de dicha localidad, aterrados y asolados por ataques de hordas senderistas, aparentemente atacaron y mataron a un grupo de periodistas de diversos medios, a quienes habrían confundido con terroristas.
Nadie deseaba estar en medio de una lucha. Pero ya estando sobre el problema, estoy convencido de que la mayoría se plegó a favor del país. Esto no es lirismo ni poesía ni frase cliché. La prueba objetiva y concreta de ello es que el terrorismo comenzó a perder espacios en los 90s, y la sola estrategia militar o policial no lo hubiese logrado, sin el respaldo (por acción u omisión) de la población.
Es muy fácil criticar -y distorsionar- tras 20 o 25 años. Sólo los que vivimos esa época conocimos en carne propia la zozobra de saber que tal vez no regresaríamos a casa si un grupo terrorista detonaba un coche bomba en nuestro centro de estudio, en los negocios aledaños, en nuestros centros de trabajo. Los cortes de agua (producto del corte de electricidad de las Sub Estaciones de Sedapal) nos habituaron a almacenarla en baldes y a racionarla, generándose situaciones insalubres y hasta una epidemia de cólera. Se volvió obligatorio considerar velas y fósforos en nuestra canasta básica. Los transportistas dejaban de circular cada vez que se convocaba a un paro armado o cuando había apagones y muchos nos tuvimos que habituar a retornar a nuestras casas caminando 20 o 30 cuadras en medio de la noche.
En una época en la que no existía la internet ni los celulares, alrededor del 80% de los teléfonos públicos en Lima estaban inservibles por obra de vandalismo o del terrorismo, o de la inoperante administración de la antigua CPT (Compañía Peruana de Teléfonos). Verdaderamente, la única vía de comunicación era RPP (y esto no es publicidad en absoluto, es una mera constatación de la realidad). Todos los días, a toda hora, las personas llamaban a RPP para dejar mensajes a sus familias indicando si estaban bien tras un atentado terrorista, o si necesitaban alguna ayuda. En el Perú, RPP se convirtió en lo que hoy las redes sociales llamarían un “foro”, un foro masivo y nacional.
En aquella época, durante Estados de Emergencia, que la policía detuviera un bus e hiciera bajar a los universitarios y revisar nuestras mochilas, en el ímpetu de mi juventud me hacía sentir indignado y frustrado. Mirando en retrospectiva, ya no podría decir si sigo 100% indignado, cuando es sabido y conocido que muchos centros de estudio se convirtieron en “territorio liberado” del terrorismo, en centros de adoctrinamiento. Que, en tales operativos, algunos malos efectivos cometieran excesos y delitos no nos habilita a levantar el dedo generalizador y estigmatizador.
Algo que me preocupa sobre manera es que el argumento que pretendo rebatir parece haber sido generado y enarbolado con un fin puramente político, sin medir las implicancias que ello puede acarrear para nuestra memoria como país. Veamos, es un hecho que el gobierno de Fujimori albergó actos de corrupción y excesos, por los elementos y pruebas que ahora conocemos. Entonces, es comprensible que exista un sentimiento encontrado con el logro del inicio de la caída del terrorismo durante su gobierno. Como alguna vez expliqué, nadie espera que el bombero que apagó el fuego de tu casa y salvó a tu hija, luego viole a tu esposa. De alguna manera es comprensible esta sensación de frustración e indignación. Creo que es correcto y necesario que se procesen a los responsables de los excesos y delitos cometidos. Lo que no podemos hacer es, una vez más, generalizar y decir que "todo lo que se hizo en esa época fue malo". Si Belaúnde o Alan García hubiesen capturado a Abimael Guzmán, creo que nadie hubiese dicho ni entonces ni ahora "no, no es su logro, es sólo de la Policía Nacional". Tampoco me parece lógicamente coherente señalar primero que Fujimori, al ser el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y dirigir personalmente la lucha contra la subversión, es responsable de la Matanza de Barios Altos, para luego alegar que no es responsable de la captura de Abimael Guzmán, de Polay, y de otros cuadros terroristas. Resumiendo, so pretexto de pretender quitar todo mérito al gobierno de Fujimori, no podemos crear y difundir la deformada idea de que "las fuerzas de orden de esa época" (de manera general y absoluta) eran "malignas", que el terrorismo "también" (sic) era maligno y que el pueblo estaba en medio de ese enfrentamiento. Todos conocemos la hecatombe económica del primer gobierno de Alan García, la inoperancia policial del gobierno de Belaúnde, etc., pero creo que la lucha contra el terrorismo tanto en la época de Belaúnde, como en la época de García y en la época de Fujimori fue una lucha y un logro de todos nosotros como país.
Para concluir, debemos comprender que el comerciante que, a pesar del Paro Armado convocado por terroristas, abría su puesto en el mercado, se estaba enfrentando al terrorismo. Los universitarios que optamos por rechazar las ideas que nos pasaban en panfletos, afiches o discursos, nos enfrentamos al terrorismo. El campesino que, pese a los ataques y persecuciones o a la situación de abandono de su comunidad, no se plegó a las huestes senderistas o emerretistas, se enfrentó al terrorismo. Espero que las nuevas generaciones comprendan que en la lucha por la libertad, la democracia y el Estado de Derecho, EL PAÍS se enfrentó al terrorismo.
Lima, 19 de febrero de 2012.
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