Citas para reflexionar...

"Una persona exitosa es la que construye un edificio sólido con los ladrillos que le van lanzando los que quieren derribarla"
[David Brinkley].

24 de diciembre de 2010

Mi Saludo "Oficial" por Navidad

A lo largo de este año, varias cosas, buenas, malas, regulares, han ocurrido. A mí, a mi familia, a mis amigos, a gente conocida, a gente no tan amiga, etc. Iniciando este mes, por varios días, hacía algunas reflexiones:


a. Con el correr de los años, Diciembre deja a veces recuerdos no muy bonitos. Hace algunos días, le comentaba a Manuel Tantaleán, amigo de mi época universitaria, que en diciembre de 1992 o 1993, terminando mi último examen final, un compañero de clases me pidió mi cuaderno para estudiar: él se iba al sustitutorio, que sería la primera semana de enero. Yo no lo conocía mucho, conversamos algunas veces, y nada más. Dudé un segundo, pero reflexioné y le di mi cuaderno, sólo le pedí que me lo cuidara. La primera semana de enero fui a la Facultad a ver promedios publicados. En lugar de ello, vi una nota de un periódico regional del norte del país, en la que se informaba que este compañero había sido asesinado por unos ladrones, que pensaban que su casa estaba vacía. La noticia me afectó mucho. Me di cuenta que, llevando el mismo curso y habiendo conversado en algunas ocasiones, nunca me di la oportunidad de conocerlo mejor. Su nombre era Manuel Quesada, o Quezada. No recuerdo ya bien, y eso me molesta porque me frustra pensar que uno realmente deja de existir cuando no es recordado.

b. El 13 de Diciembre de 2007, falleció un gran amigo y colega. Su nombre era Jesús, y había nacido un 24 de diciembre. El cáncer no lo dejó llegar a su cumpleaños. Ese mismo día era el Cóctel de la Facultad de Derecho de UPC y recuerdo que estuve apenas 10 minutos y luego salí. Él no tenía muchos familiares cercanos y hace pocos días, me surgió la inquietud de si hoy alguien lo recuerda, o ha dado una oración por él. Antes de ser internado y fallecer, me entregó su más preciado tesoro: su periquita, a la que si bien quería entrañablemente, la tenía un poco descuidada porque el malestar no le permitía a él mismo cuidarse. No soy muy bueno poniendo nombres, así que siendo de color amarillo, la llamamos "Amarilla" y se convirtió en parte de la familia. Pero, en Diciembre de 2009, Amarilla empezó con dolores tumorales, que terminaron en un desenlace fatal dos meses después.

Pude seguir recordado historias más o menos graves, pero decidí reevaluar mis reflexiones. Lo trágico que ocurre y ocurrirá también puede enseñarnos a valorar lo bueno. Traté de mirar con ojos distintos mis recuerdos de las cosas buenas que me han ocurrido y me sentí más agradecido. Por ejemplo, el recuerdo más antiguo de alguna navidad, me sitúa entre los 3 y 4 años, en medio de una sala parcialmente en penumbras, alumbrada apenas por las luces del nacimiento, y las siluetas alegres de mis padres que me despertaban a mí y a mis hermanos a la media noche. Esa imagen es mágica y dulce para mí, uno de mis más tempranos momentos de dicha y alegría.


Luego, revisando mis publicaciones antiguas en Facebook, me dí conque hace exactamente un año, colgué el siguiente mensaje:
"Hace muchos años, mi hermana Gaby instauró en nuestra familia la costumbre de cantarle Feliz Cumpleaños al Niño a la medianoche. Es verdad, es su cumpleaños, y si bien todos (como yo) nos desearemos mutuamente paz, amor, prosperidad, considero bastante aconsejable pensar en nuestro obsequio al cumpleañero. Aun no la termino, pero mi lista de regalos empezará con Gratitud, por las bendiciones recibidas este año. ¡Feliz Navidad a todos ustedes, mis amigos, y a sus familias!"




Una vez el genial Charles Chaplin dijo "hay algo tan inevitable como la muerte: la vida". Mi interpretación es que, por ahondar en tristezas, rabias o miedos, podemos estar dejando de lado las oportunidades de ser alegres. Hay una idea que suelo repetir (y disculpen la muletilla): "creo fervientemente que soy un ser vivo, y como tal, mi vocación es vivir, ergo, toda ideología, idea, política, propuesta, credo, etc. que promueva o defienda la muerte o la destrucción como fin, va en contra de mi naturaleza y esencia".

Muchos celebrarán hoy la Navidad, y vivirán momentos felices. Pero, también algunos tal vez se depriman recordando hechos tristes. Comparto con ustedes una idea: para mí, la Navidad es celebrar LA VIDA. Hoy recordamos un "nacimiento" en el sentido más literal de la palabra. Claro, los críticos dirán "pero es mentira que Jesús nació un 25 de diciembre, María no era vírgen, la Biblia no dice que el Arcángel se llamaba Gabriel, etc.". Creo que más allá de cualquier aspecto fáctico-histórico, dogmático, o doctrinario, lo importante es comprender que hoy se celebra la vida, que es algo que en realidad debiéramos hacer todos los días. No hay acto de mayor gratitud a Dios (y de amor a nosotros mismos) que celebrar la vida día a día. Y si alguien no cree en Dios, bueno, al menos debe aprender a quererse a sí mismo.


Con eso, la frase "Feliz Navidad" ha pasado a tener un significado más profundo para mí. Es decirle a un ser vivo que aprecio y valoro, que su vida vale la pena ser celebrada y que estoy alegre con él o ella por esa celebración. Y al primero al que debemos desearle Feliz Navidad -o, mejor dicho, Feliz Cumpleaños- es a Jesús. Si Dios se hizo hombre, significa que vale la pena venir a este mundo, y vivir.


En alguna de las clases de Teología en los Estudios Generales (por si acaso, soy un simple laico, el curso de Teología es OBLIGATORIO en los Estudios Generales en la PUCP), me explicaron que Dios es Vida, y también escuché en misas de Semana Santa que nuestro Dios es un Dios VIVO, que la Pasión y la Muerte de Cristo completan su significado con la Resurrección, que es el triunfo de la vida sobre la muerte. No pretendo imponer dogma o credo a quienes tienen creencias distintas o no las tienen en absoluto. Simplemente les propongo que, asumiendo su condición de seres vivos, también pueden y merecen celebrar la vida.

Por eso, deseo de todo corazón, que todos seamos felices hoy, que riamos, que recordemos los momentos alegres, que tengamos presente que si bien han habido o hay situaciones muy difíciles, incluso en esos casos algo bueno podemos aprender, para proseguir nuestra lucha por ser felices, y por merecer ser felices.

Feliz Navidad.


Lima, 24 de diciembre de 2010.

23 de diciembre de 2010

EL PODER DEL MARKETING: EN JAPÓN, NAVIDAD ES... ¡KFC!

Hace algunas horas, retornando a mi casa de una reunión de trabajo y estancado en el salvaje tráfico pre-navideño, escuché en RPP un comentario anecdótico y algo fugaz en la sección "Informativo Económico Financiero": en Japón, la tradición navideña es comer Kentucky Fried Chicken. La mención, aunque breve, llamó mi atención. Hacía muy pocos días, comentaba con amigos lo desconcertante y risible que me parecía el comercial de KFC en el Perú, alentando a comprar el "Mega Navidad", mostrándolo como una autentica opción de cena navideña. En el caso de Japón, la realidad sobrepasa a la imaginación... como suele ser.



En efecto, ya investigando un poco más, luego de la 2º Guerra Mundial en agosto de 1945, el General Mc Arthur y sus huestes americanas se quedaron en Japón y pasaron allí la Navidad de dicho año. Los soldados americanos no eran pocos, y cada día llegaban más. Así que, siguiendo sus costumbres, trataron de imponer la moda de comer pavo en Navidad.

Cabe precisar que, por lo general, el pavo que consumían los militares americanos y sus familias en Nochebuena era importado desde los EE.UU., porque en Japón, la crianza de pavo no era muy difundida. Si bien se inició una pequeña industria "pavera", la misma se vino abajo con la paulatina retirada de las tropas americanas durante los 50s y 60s. Por otro lado, en Japón, los cultos cristianos no son mayoritarios, y si bien se celebra la Navidad y ésta es respetada, no es considerada oficialmente como un Feriado Nacional.

Japón inicia su impresionante despegue económico en los 60s. En 1970, llega la franquicia KFC a Japón, instalándose el primer local en el estacionamiento del Centro Comercial "Diamond City" en la ciudad de Nagoya, con el sistema de compra desde el vehículo, algo nuevo y no muy llamativo para los japoneses, por lo que no tuvo un comienzo muy alentador en el consumidor promedio.

Cuenta la historia que un cliente (aparentemente un occidental, representante de un colegio cristiano de alguna ciudad de Japón), trató de conseguir pavo para la Navidad de dicho año, y tras no conseguirlo (ya que casi no se producía pavo en Japón), contactó al local de KFC en Nagoya asumiendo que, al ser una franquicia occidental, tal vez tendrían algo a base de pavo. Frente a esa sorprendente obsesión, un empleado de KFC Nagoya tuvo la siguiente idea: "¿Y si, en lugar de pavo, le mandamos pollo?". Si bien no era lo que había pedido en un principio, el cliente quedó satisfecho al haber obtenido al menos, una comida "occidental". Pero, en las oficinas de KFC de Nagoya, la idea había quedado rondando en las cabezas de sus empleados.

Hasta dicho año, Japón no tenía una comida "especial" o "típica" para la Navidad (como mencioné, la Navidad no es oficialmente un Feriado Nacional), pero el caso era que, feriado o no, la gente sí la celebraba, aunque como si fuera algo parecido a un Día de San Valentín "familiar", centrado en dar pequeños regalitos y nada más.

Entonces, los empleados nipones de KFC se formularon una nueva pregunta: "¿Y si, en lugar de pavo, comemos pollo en Navidad?". Era arriesgado, pero no tenían nada que perder, KFC necesitaba intentar algo para ir ganando el gusto del consumidor japonés, de lo contrario, su vida en Japón sería muy efímera. Inmediatamente, los empleados consiguieron disfraces de Papá Noel, y salieron a las calles disfrazados coreando un solo lema: "¡Comamos pollo en Navidad!".

No fue fácil, pero poco a poco la gente iba respondiendo. En 1974, KFC Japón oficialmente lanza en todo el país una campaña unificada y sistemática, en torno al lema "¡Comamos Pollo en Navidad!". El lema y su mensaje directo (aunado a imágenes idílicas de una familia feliz comiendo un "bucket" de pollo frito), fue calando poco a poco en el subconsciente del comensal nipón y, hasta hoy, es el grito de batalla marketero de KFC en todo Japón, acompañado de la figura del General Sanders vestido de Papá Noel.

Para inicios de los 80s, y únicamente sobre la base de una tenaz, inteligente e incisiva campaña de marketing, KFC Japón logró el sueño de cualquiera otra franquicia (y tal vez del Grinch): adueñarse de la Navidad. Hoy en día, en Japón no existe Navidad sin pollo de KFC. Desde el mes de Octubre, hay que hacer reservas PARA EL SERVICIO DE DELIVERY. Si uno desea comer en el mismo local, la cosa se pone más complicada: kilométricas filas se extienden por las calles aledañas a cualquier local de KFC, desde tempranas horas de la mañana.

La "tradición" se enfoca en tres días: 23, 24 y 25 de diciembre. Se dice incluso que el consumo de pollo es mucho mayor los días 23 y 24 que en el mismo 25. En conjunto, durante esos 3 días, las ventas se quintuplican frente a las ventas de los demás días del año juntos. En RPP mencionaron incluso que, para dichas fechas, existen "megas" de 40 y 60 piezas de pollo.

Así que, ya no me parece tan risible el comercial peruano del "Mega Navidad" y comienzo a revalorar al pavo, al panetón y al chocolate. Como mencioné en mi anterior post, nuestra peruana "costumbre" de comer pavo, panetón y chocolate en Navidad tiene algunas décadas de vigencia, nada más. Una audaz campaña marketera podría revertir eso en el largo plazo. Tal vez alguno de mis (aun inexistentes) hijos o nietos, o algún ex-alumno o ex-alumna, termine invitándome a pasar la Navidad del año 2035, alrededor de una mesa engalanada con platos colmados de "Big Macs" y vasos rebosantes de Powerade. Ése es ahora mi "Fantasma de la Navidad Futura". Parafraseando a la Princesa Leia, "¡ayúdanos, Charles Dickens, eres nuestra última esperanza!".

Lima, 23 de diciembre de 2010.

22 de diciembre de 2010

¿Cómo era antiguamente la Navidad Limeña, aquella que nos narra Don Ricardo Palma?

Cuando tenía 8 o 9 años, mi papá compró una colección de las Tradiciones de Ricardo Palma, que me llamó mucho la atención. Y aunque su lenguaje antiguo era cosa seria, la verdad es que siempre era posible entender la esencia de sus textos, que, dicho sea de paso, alimentaron mi imaginación de niño, como si fueran cuentos de hadas.

Sé que, a muchos, ya sea por Cultura General, o porque su Carrera se los exige, les conviene e interesa conocer algo de la historia de cómo se celebraban las Navidades en Lima, en épocas de la Colonia y a inicios de la República, por lo que transcribo a continuación dos Tradiciones de uno de nuestros máximos escritores. Verán que tienen fragmentos algo parecidos. Espero las disfruten.

Verán que NO HABÍA PAVO, TAMPOCO PANETÓN, PAPÁ NOEL NO SE MENCIONABA NI EN BROMA, pero, valgan verdades, LAS JUERGAS NUNCA FALTABAN (parece ser que la juerga –o “cuchipanda”– ha sido, es y siempre será muy limeña).


Ojalá que, con la actual moda gastronómica, a alguien se le ocurra alguna vez recrear las típicas y limeñas Cenas Navideñas, para variar un poco la desconcertante deformación que hemos hecho en los últimos 30 años, del “Thanksgiving” americano incluyendo el pavo, acompañado de chocolate caliente en pleno verano [¡¿?!], y todo matizado con cánticos aludiendo a una “Blanca Navidad” sin nieve.



Ahora, que hable el Maestro:

EL MES DE DICIEMBRE EN LA ANTIGUA LIMA
Ricardo Palma

Allá en los tiempos del rey, la conclusión de año era, en la ciudad fundada por Pizarro, de lo bueno  lo mejor. Mes íntegro de jaraneta y bebendurria.


Raro era el barrio en que el 8 de diciembre no se celebrara, en algunas casas de la circunscripción, con lo que nuestras bisabuelas llamaban altar de Purísima. Armábase éste en el salón principal, y desde las siete de la noche los amigos y amigas invitados empezaban a llegar.

Las jóvenes solteras se diferenciaban de las casadas en la colocación de las flores que se ponían en el peinado. Era sabido que rosas y claveles al lado izquierdo significaban que la propietaria se hallaba en disponibilidad para admitir huéspedes en el corazón.

Principiábase por un rosario de cinco misterios, acompañado de cánticos a la Virgen; seguía una plática devota, pronunciada por fraile de campañillas, comensal de la familia, y dábase remate a la función religiosa de villancicos alegres, cantados a compás de clavicordio y violín por las criadas de la casa, a las que se asociaban otras de la vecindad.

Después de las diez de la noche, hora en que se despedían los convidados de etiqueta, principiaba lo bueno y lo sabroso. Jarana en regla. Las parejas se sucedían bailando delante del altar el ondú, el paspié, la pieza inglesa y demás bailes de sociedad por entonces a la moda.

Por supuesto que las copas menudeaban, y ya después de media noche se trataba a la Purísima con toda confianza, pues dejándose de bailecitos sosos y ceremoniosos entraba la voluptuosa zamacueca con mucho de arpa y cajón.

Y el altar de Purísima duraba tres noches, que eran tres noches de jaleo, en las que, so capa de devoción, había para las almas, muchísimo de perdición.




II
Desde el 15 de diciembre comenzaban las matinales misas de Aguinaldo, en las que todo era animación y alegría. ¡Qué muchacheo tan de rechupete el que en esas mañanas se congregaba en las iglesias para tentación y pecadero del prójimo enamoradizo!

Una orquesta criolla, con cantores y cantoras de la hebra, hacía oír todos los airecitos populares en boga, como hoy lo está aquello de:

Santa Rosa de Lima,
¿cómo consiente
que un impuesto le pongan
al aguardiente?

Lo religioso y sagrado no excluía a lo mundanal y profano.

Al final de la misa un grupo de pallas bailaban la cachua y el maicillo, cantando coplas no siempre muy ortodoxas.

Una Misa de Aguinaldo duraba un par de horitas por lo menos, de siete a nueve. Esas misas sí que eran cosa rica, y no insulsas como las de hogaño. Hoy ni en las misas de Aguinaldo, ni en la de Gallo, hay pitos, canarios, flautines, zampoñas, bandurrias, matracas, zambombas, cánticos ni bailoteos; ni los muchachos rebuznan, ni cantan como gallo, ni ladran como perro, ni mugen como buey, ni maúllan como gato, ni nada, nada de lo que alcanzamos todavía en el primer tercio de la república como pálida reminiscencia del pasado colonial.




De tiempos que ya están lejos
aún me cautiva el dibujo.
¡Ay, hijos! Cosas de lujo
hemos visto acá los viejos.

III
La Nochebuena, con su misa de Gallo, era el no hay más allá del criollismo.

Desde las cinco de la tarde del 24 de diciembre los cuatro lados de la plaza Mayor ostentaban mesitas, en las que se vendían flores, dulces, conservas, juguetes, pastas, licores y cuanto de apetitoso y manducable plugo a Dios crear.

A las doce sólo el populacho quedaba en la plaza multiplicando las libaciones. La aristocracia y la clase media se encaminaban a los templos, donde las pallas cantaban en el atrio villancicos como éste:

Arre borriquito,
vamos a Belén
que ha nacido un niño,
para nuestro bien.
Arre borriquito,
vamos a Belén,
que mañana es fiesta,
pasado también.

A la Misa del Gallo seguía en las casas opípara cena, en la que el tamal era plato obligado. Y como no era higiénico echarse en brazos de Morfeo tras una comilona bien mascada y mejor humedecida con buen tinto de Cataluña, enérgico Jerez, delicioso Málaga y alborotador quitapesares (vulgo legítimo aguardiente de Pisco o de Motocachi), improvisábase en familia un bailecito, al que los primeros rayos de sol ponían remate.

En cuanto al pueblo, para no ser menos que la gente de posición, armaba jarana hasta el alba alrededor de la pila de la plaza. Allí las parejas se descoyuntaban bailando zamacueca, pero zamacueca borrascosa, de esa que hace resucitar muertos.

IV
Como los altares de Purísima, eran los nacimientos motivo de fiesta doméstica.

Desde el primer día de Pascua armábase en algunas casa un pequeño proscenio, sobre el que se veía el establo de Belén con todos los personajes de que habla la bíblica leyenda. Figurillas de pasta o de madera más o menos graciosas complementaban el cuadro.

Todo el mundo, desde las siete hasta las once de la noche, entraba con llaneza en el salón, donde se exhibía el divino misterio. Cada nacimiento era más visitado y comentado que ministro nuevo.

Cuando llegaban personas amigas de la familia propietaria del nacimiento se las agasajaba con una vaso de jora, chicha morada u otras frescas horchatas, bautizadas con el nada limpio nombre de Orines del Niño.

En no pocas casas, después de las once, cuando quedaban sólo los amigos de confianza, se armaba una de golpe al parche y fuego a la lata. Se bebía y cuequeaba en grande.

El más famoso de los nacimientos de Lima era el que se exhibía en el Convento de los padres Betlemitas o Barbones. Y era famoso por la abundancia de muñecos automáticos y por los villancicos con que festejaban al Divino Infante.

Pero como todo tiene fin sobre la tierra, el 6 de enero, día de los Reyes Magos, se cerraban los nacimientos. De suyo se deja adivinar que aquella noche el jolgorio era mayúsculo.

Y hasta diciembre del otro año, en que, para diferenciar, se repetían las mismas fiestas sin la menor variante.


UNA MISA DE AGUINALDO
Ricardo Palma
(Al General Lucio V. Mansilla, en Buenos Aires)

«¡Mañanitas de abril y mayo! ¡Cuán deliciosas sois!», es la exclamación favorita de la juventud de hogaño.

En los tiempos de mi mocedad, la mañana predilecta era la del aguinaldo de diciembre. Y con razón; porque, aparte de que en ese mes la temperatura de Lima es casi idéntica a la de abril y mayo, ni exceso de calor ni exceso de frío, las matinales misas de aguinaldo traían al espíritu un algo, y hasta un mucho de poético.

A las siete de la mañana, cada parroquia era lugar de cita de cuanto Dios crió de bueno y sabroso, en punto a bello sexo limeño.

De mí sé decir que, en mi parroquia, era de los mozos más puntuales a la misa de aguinaldo, atraído por el imán de unos ojos negros, azules, verdes o pardos, que en materia de ojos, siempre fui generalizador y nunca atiné a diferenciar de colores. Todos los ojos me gustaban en cara de buena moza, y ¡qué demonche!, todavía me gustan, que músico viejo nunca pierde el compás.

La misa de aguinaldo, en buen romance, no es del todo cantada ni del todo rezada. Las monjas la llaman misa con discante, que es para ellas como decir misa adefesiera.

Una orquesta criolla, con cantores y cantoras de la hebra, hacía oír todos. Los aires populares en boga, como hoy lo están el trío de los Ratas o la canción de la Menegilda en la Gran Vía.

Lo religioso o sagrado no excluía a lo mundanal o profano.

En las misas de aguinaldo de mi tiempo, la jarana era completa. Había hasta baile. Un grupo de pallas bailaba el maicillo, cantando al Niño Dios versos como estos:

Arre, borriquito,
vamos a Belén,
que ha nacido un niño
para nuestro bien.
Arre, borriquito,
vamos a Belén,
que mañana es fiesta
y el lunes también.

Al final de la misa tocaba la orquesta el himno patrio o la marcha bélica de Uchumayo, o un vals, o rompía con una estrepitosa zamacueca u otro bailecito de la laya.

¡Esas misas de aguinaldo sí que eran cosa rica, y no sosas como las de ahora! Ya no hay pitos, canarios, flautines, zampoñas, matracas, bandurrias, zambombas, canticio ni bailoteo, ni los muchachos rebuznan, ni cantan como gallo, ni mugen como buey, ni ladran como perro, ni nada, ni nada. Las misas de aguinaldo de ahora son un desengaño, no son ni sombra de lo que fueron. Por eso, y para no entristecerme con recuerdos añejos, nunca voy a ellas.


De tiempos que ya están lejos
aún me cautiva el dibujo...
¡Ay, hijas! Cosas de lujo
hemos visto acá los viejos.

El ínter o auxiliar del cura de mi parroquia era (¡Dios le tenga en gloria!) todo lo que se entiende por un misacantano o clérigo de misa y olla, gran parrandista, y que no podía escuchar aires de zamacueca sin que el cuerpo le pidiese jarana y se lo evaporara el seso.

A la moda estaba por entonces, entre la gente alegre de mi tierra, una zamacueca llamada el se vende, nombre motivado por el estribillo de la letra cantable. La primera vez que junto con el ite misa est hizo la orquesta oír el se vende, necesitó el clérigo de Dios y ayuda para dominarse y vencer la tentación.

Ya en la sacristía, hizo llamar al director de orquesta y le dijo:

- Mira, compadre Sietecueros, te prohíbo formalmente que vuelvas a tocar el se vende. Es música muy pecaminosa. Conque... no me comprometas.

Prometió el musiquín respetar la consigna; pero el público dio en echar de menos el airecito popular, excitando a los de la orquesta a insurreccionarse.

Era la última misa de aguinaldo de aquel año, cuando al volverse el oficiante hacia el concurso para darle la bendición de despedida, comenzó la orquesta a tocarlo prohibido.

Los nervios se le sublevaron al ínter, quien murmuró entre dientes:

Ya le he dicho a ese canalla
que no me toque el se vende,
y por más que se lo he dicho
se hace el sordo y no me atiende...
¡Pues se vende! ¡Pues se vende!

Y con gran sorpresa de la parroquia, escobilló delante del altar un cachete redondo, repitiendo:

- ¡Pues se vende! ¡Pues se vende! y... y...

¡Tilingo! ¡Tilingo!
mañana es domingo
de pipiripingo.

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Lima, 22 de diciembre de 2010.

18 de diciembre de 2010

El "Limazo": Otra historia que NO debe olvidarse

En alguna ocasión, dictando alguna clase en la que inevitablemente debía referirme a hechos de nuestra historia reciente (que muchos parecían ignorar por completo), hice la siguiente confesión: "Muchachos, deben comprender que mi Generación vivió una situación compleja: en mi caso, nací en plena Dictadura Militar, mi infancia transcurrió entre Mensajes en Cadena Nacional y Toques de Queda; mi niñez y mi adolescencia soportaron el populismo belaundista, su inoperancia económica y el inicio del desorden y el caos; la hiperinflación aprista y el clímax del terrorismo; mi temprana juventud fue testigo del autogolpe de fujimori; y empecé mi edad adulta con el desengaño de los espejismos económicos que disfrazaban los excesos de la tiranía y la corrupción"

Podrán imaginar que muchos rostros jóvenes no sólo expresaron sorpresa y consternación, sino también desilusión. Alguno incluso debió haber pensado "¡en qué país me ha tocado nacer!". Comprendiendo ello, seguidamente les expliqué que a pesar de todo lo expuesto (ahora pienso que debí decir, "gracias a todo ello"), soy optimista, y que son las nuevas generaciones las que tienen que valorar lo que se ha caminado, tomar la posta y avanzar. Que necesitamos recordar el pasado únicamente por dos razones fundamentales: (i) para aprender a valorar y no descuidar lo bueno que se dio o logró, y (ii) para no cometer los mismos errores de nuestros predecesores. Y, por sobre todo, comprender que el pasado no debe servir nunca de pretexto para alimentar complejos o generar resentimientos.

Bueno pues, buscando información sobre un tema cualquiera, Google me arrojó una serie de páginas referidas a otros tantos no tan relacionados con el de mi búsqueda. Precisamente uno de los primeros links que figuraba listado, se refería a un episodio no muy recordado de nuestra historia del siglo XX. Me refiero al "Limazo", que tuvo lugar el 05 de febrero de 1975, episodio sangriento y dramático, y que fue el "principio del fin" del Gobierno de Velasco, aunque no de la Dictadura Militar (el "Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas" terminaría recién en 1980).

Es verdad, hoy NO se cumple un año más de ese evento denominado el "Limazo", y alguien puede preguntarme por qué se me ocurre publicar algo así estando próxima la Navidad, y que tal vez debiera -como otros años- abocarme a colgar el refrito video de "Happy Xmas!" de Lennon (ése, el de las imágenes desgarradoras), o algún villancico. La razón (mi razón) es que este tipo de temas NO suelen ser buscados intencionalmente, mucho menos sin un incentivo de ningún tipo, más aún si consideramos que NO existe ningún libro escolar de Historia del Perú que mencione el suceso. Y dado que el tema ha llegado a mis manos de manera casual, no pienso correr el riesgo de olvidar publicarlo, por esperar el 05 de febrero del próximo año.

Para este efecto, voy a recurrir a la Revista Caretas Nº 1604, del 03 de febrero del año 2000. En dicha ocasión, Enrique Zileri Gibson publicó este reportaje, que mantengo íntegro. Adicionalmente, incluyo el único video que he encontrado sobre el tema (una vez más, respeto y reconozco todos los derecho de autor, advirtiendo además que la ley peruana permite el uso de material de terceros siempre que tenga fines meramente informativos y sin fines de lucro).

Debemos tener presente que, existiendo en 1975 una Dictadura Militar, que controlaba la mayoría de los medios de comunicación, no existen muchos registros de tal suceso, por lo que el video de la Televisión de Piura y el material de Caretas son muy meritorios.


ARTÍCULO, 3 de Febrero de 2000
El Día Que Estalló Lima 
El 'Limazo'
Hace 26 años, el 5 de febrero de 1975.
Escribe ENRIQUE ZILERI GIBSON
Arde el Centro Cívico y amenaza al diario Correo entonces tomado por el gobierno militar. A la derecha, un saqueador pierde un pie.
Esta semana, en la que invasiones de tierras promovidas por elementos del propio gobierno han generado conatos de violencia masiva, coincide con el “Limazo” de 1975 -esa orgía de vandalismo y saqueo desaforado que demostró que las grandes ciudades de países como el Perú, en las que el bienestar y la miseria contrastan dramáticamente, la química social es inestable y el estallido siempre posible si se juega irresponsablemente con las ilusiones legítimas de la gente.  
EL 5 de febrero de 1975 empezó para mí con una llamada telefónica a las 5 de la madrugada:
-¿Sabe usted que hay una revolución?- dijo una mujer anónima-. ¿Que en este momento el ejército está atacando al cuartel de Radio Patrullas en la Victoria?
Me vestí apresuradamente y dirigí mi entonces muy trajinada carcocha hacia la avenida 28 de Julio, escuchando los disparos a medida que me acercaba. De vez en cuando el tronar de una ametralladora pesada opacaba al resto.
Ya clareaba el día cuando alcancé, como parte de un gentío excitado, la esquina con Andahuaylas, divisando el muro del cuartel y un patrullero aplastado frente al portón principal. 
Un tanque le había pasado por encima derribando el portón y terminando con toda resistencia.
Vi un charco de sangre al lado de una pared lateral marcada por impactos de bala y en el vecindario circulaban versiones de una masacre dentro del cuartel, y de la fuga de guardias hacia las casas aledañas. 
Después la agencia Reuters hablaría de 30 muertos en Radio Patrullas mientras el gobierno reduciría las bajas a 6. 
Con los diarios confiscados, y la radio y televisión tomadas por el gobierno militar, la mayoría de la población no estaba al tanto de que había una huelga policial. Esta se originaba en un reclamo salarial, pero lo que había desatado la confrontación era un incidente ocurrido en Palacio, en el que un general había abofeteado a un guardia por permitir que un periodista se acercara demasiado al auto presidencial. 
Cacería en la avenida Emancipación. A las bajas frente a la tienda de ropa nadie las toca. Derecha, Cuando los gases lagrimógenos no sirven para nada.
Unos 1.000 policías se habían concentrado en Radio Patrullas, el cuartel de la 41 Comandancia, en gesto de rebeldía y protesta el día anterior, y la ciudad estaba sin custodios.
Las negociaciones durante la noche fracasaron y a las 3 de la madrugada el cuartel fue rodeado por tropa y blindados, los que atacaron después de que un coronel diera un cortísimo ultimátum, de diez segundos, con un megáfono.
Un fotógrafo de CARETAS, Juan Vilca, había logrado ingresar al cuartel el día anterior, e intenté hacer averiguaciones. Fue imposible acercarse y los que buscábamos cruzar la calle éramos alejados con tiros al aire. Era el epílogo nervioso de la batalla. (Después resultó que Vilca estaba apresado en la Prefectura.)
Un grupo de policías fue sacado con las manos en la nuca por la puerta de Bauzate y Meza, pero cuando llegué después de dar el rodeo necesario ya habían desaparecido.
Aparecieron los diarios sin una palabra sobre los acontecimientos y hubo gente que en su indignación rompió ejemplares en la calle.
Entonces llegaron las primeras versiones que estaban saqueando tiendas en la Plaza Manco Cápac, y caminé hacia allá en una zona desprovista de vehículos y con mucha gente que corría. 
Algo de desbarajuste capté antes de divisar con alarma las primeras columnas de humo en el centro de la ciudad y me dirigí apresuradamente hacia allá. En la Vía Expresa yacía una caseta de tránsito arrojada desde un puente.
A llegar a la Plaza San Martín y asomarme al Jirón de la Unión presencié la primera escena de saqueo masivo. Al parecer los comerciantes habían sido sorprendidos sin tiempo para bajar las cortinas de seguridad. Hombres y mujeres salían cargados de ropa, artefactos eléctricos, comestibles y todo tipo de artículos, y a veces algunos de los saqueadores que llevaban una carga excesiva eran despojados por otros. A lado mío se detuvo un motociclista con casco para observar también, y después de comentar con un extraño entusiasmo "¡qué bestias, ¿no?!", partió.
Llegué a la revista para reclutar reporteros y fotógrafos porque la edición había cerrado el día anterior, pero ya todos habían acudido y estaban trabajando. Volví a salir. 

Entrando y saliendo en el saqueo nadie ayudó al herido, que se desangró.
El caos era cada vez mayor y más destructivo. Una inmensa humareda se cernía sobre la ciudad. Provenía del incendio del Centro Cívico, donde el ministro de Comercio general Luis Arias Grazziani había salido con una metralleta para intentar impedir la acción de los vándalos.
El local del Círculo Militar en la Plaza San Martín fue despanzurrado y se dice que alguien entró con una tea al Club Nacional, pero que al encontrarse con el entonces presidente de la institución Miguel Mujica Gallo, optó por salir desconcertado, `Gaviota' le habría dicho en los términos más enérgicos: "¡Jovencito, aquí está prohibido fumar!"
Los locales de los diarios Correo, Expreso y La Crónica en poder del gobierno fueron atacados, pero la borrachera del saqueo no tenía necesariamente bandería política y del vandalismo tampoco.
El gobierno recién reaccionó a las 2 de la tarde cuando salió una columna de tanques de la División Blindada y tropa de otros cuarteles.
Una turba se había acercado a la embajada de los EE.UU. amenazadoramente cuando se oyeron algunos cañonazos de advertencia y un diplomático norteamericano acuñó una frase notable: "¡Gracias a Dios por los tanques rusos!".

 El desorbitado fenómeno fue la pena de muerte del velascato.
Entonces comenzó la verdadera balacera. En los manuales de los corresponsales de guerra se dice que más seguro resulta alejarse de las calles silenciosas en ciudades convulsionadas, porque allí están los francotiradores y los polígonos de tiro más peligrosos. Ese principio no regía el 5 de febrero de 1975 en Lima. Los disparos podían venir de cualquier esquina con patrullas de soldados novatos -muchos serranitos imberbes- con el corazón acelerado y el dedo en el gatillo.
Fuimos optando por observar los acontecimientos desde el techo del edificio La Nacional y algunas de las memorables fotos de estas páginas fueron captadas desde allí.
El blanco del saqueo era una tienda de ropas "El" en la Av. Emancipación. En la acera yacía un muerto y un herido que se desangraba, pero la turba pasaba sobre ellos al entrar y salir cargada de lo que quedaba. Periódicamente una tanqueta aparecía para espantar a la gente, disparar hacia el interior del local como quien lo fumiga de insectos, y seguir su ronda. 
El muerto y el herido permanecían allí, y los saqueadores volvían a aparecer para llevarse los restos: un cenicero, un inodoro. A lo lejos vimos un helicóptero que parecía disparar hacia Chacra Colorada. 
Se supo que el gobierno había decretado un toque de queda que regiría a partir de las 8 de la noche. Recordé que había dejado mi auto en La Victoria, pero con tanto saqueo consideré que nadie prestaría atención a semejante vejestorio. Así fue. 
Al retirarnos de la azotea observamos a un desconocido junto a nosotros, un chico de unos 15 años, que llevaba puesto un terno nuevo que le quedaba enorme.
Al darse vuelta vimos la etiqueta y el precio. Lo sujetamos, le dimos un sermón y un buen susto, pero después lo soltamos quitándole la etiqueta de la manga. No le fuera a caer un tiro.
 Advertencias de grueso calibre. Derecha, Saqueando los restos.
LA SEPARATA
CARETAS logró imprimir un encarte de ocho páginas que apareció con la edición Nº 509 un par de días después. El gobierno pronto la requisó, pero sólo parcialmente. Los canillitas escondían los ejemplares y luego los vendían a buen precio. 
Ante este fenómeno el departamento de Doris Gibson, que quedaba en el mismo edificio La Nacional, fue allanado cortés pero infructuosamente. Después ella viajó a Arequipa con una maleta llena de los ejemplares prohibidos, como si fuera un cargamento de heroína.
Aventuras de la época, pero lecciones para el futuro.
Lima es una de esas ciudades que puede explotar en cualquier momento, Los gobiernos autoritarios que juegan con las expectativas del pueblo pueden estimular el caos y la violencia, y después verse obligados a tomar las medidas más drásticas para restaurar el orden.
El “Limazo” dejó más de 100 muertos comprobados, por lo menos 1.000 heridos de bala y daños materiales enormes. El toque de queda se mantuvo durante meses. Fue la condena de muerte del velascato.

Existen algunos pocos blogs de personas que cuentan sus vivencias en ese fatídico día. Me son particularmente conmovedores los relatos de Ricardo Montero en el Diario Gestión, en su artículo "La Primera Lección de Historia" del 23 de diciembre de 2009 (véase: http://blogs.gestion.pe/elblogdegestion/2009/12/la-primera-leccion-de-historia.html); y el artículo de Gregorio Huaroto en el Blog de ARKIV titulado "5 de febrero de 1975", que incluye páginas escanneadas de la edición de Caretas y otros medios impresos de la época (véase: http://www.arkivperu.com/blog/?p=1582).


Para concluir, lo ofrecido, el video de TV Piura, el único que he podido encontrar sobre el tema y que pueden ver también en su hoja original (http://tu.tv/videos/gran-saqueo-en-lima-peru-febrero-5-1975):


Con los eventos de Ilave, el Arequipazo, el Baguazo, Huaraz, y muchos otros que hemos presenciado en esta primera década del siglo XXI que se acaba, todavía soy optimista y confío en que las nuevas generaciones comprenderán la importancia de evitar que hechos así ocurran una vez más.


Lima, 18 de diciembre de 2010.