
Extracto del libro “Conjeturas y Refutaciones”, de Karl R. Popper. Barcelona: Paidós, 1991, p. 416-421
1. EL MITO DE LA OPINIÓN PÚBLICA
1. EL MITO DE LA OPINIÓN PÚBLICA
Debemos tomar conciencia de una serie de mitos concernientes a la "opinión pública" que a menudo son aceptados sin crítica.
Está, en primer término, el mito clásico, vox populi vox dei, que atribuye a la voz del pueblo una especie de autoridad final y sabiduría ilimitada. Su equivalente moderno es la fe en la justeza suprema del sentido común de la figura mítica que es "el hombre de la calle", en su voto y en su voz. Es característica en ambos casos la supresión del plural.

Creo, sin embargo, que hay un fondo de verdad oculta en el mito de la vox populi. Se lo podría formular de esta manera; a pesar de la limitada información de que disponen, muchos hombres simples son más juiciosos que sus gobiernos; y si no más juiciosos, por lo menos inspirados por mejores o más generosas intenciones. (...)



Una variante importante y aún muy influyente de ese mito es el del progreso de la opinión pública, que no es sino el mito de la opinión pública del liberal del siglo XIX. (...)

La teoría expuesta por el miembro del Parlamento y radical-liberal Mr. Monk podría ser llamada la "teoría de la vanguardia de la opinión pública", o teoría del liderazgo de los progresistas. Es la teoría de que hay líderes o creadores de la opinión pública que —mediante libros, panfletos y cartas a The Times o mediante discursos y mociones parlamentarios— logran que ciertas ideas rechazadas en un principio sean luego debatidas y, finalmente, aceptadas.
Se concibe a la opinión pública como una especie de respuesta pública a los pensamientos y esfuerzos de esos aristócratas del espíritu que crean nuevos pensamientos, nuevas ideas y nuevos argumentos. Se la concibe como lenta, un poco pasiva y conservadora por naturaleza, pero sin embargo capaz, finalmente, de discernir intuitivamente la verdad de las afirmaciones de los reformadores, como el arbitro lento, pero definitivo y autorizado, de los debates de la élite. Sin duda, se trata de otra forma de nuestro mito, por mucho que la realidad inglesa pueda parecer adecuarse a él a primera vista.
Se concibe a la opinión pública como una especie de respuesta pública a los pensamientos y esfuerzos de esos aristócratas del espíritu que crean nuevos pensamientos, nuevas ideas y nuevos argumentos. Se la concibe como lenta, un poco pasiva y conservadora por naturaleza, pero sin embargo capaz, finalmente, de discernir intuitivamente la verdad de las afirmaciones de los reformadores, como el arbitro lento, pero definitivo y autorizado, de los debates de la élite. Sin duda, se trata de otra forma de nuestro mito, por mucho que la realidad inglesa pueda parecer adecuarse a él a primera vista.

2. LOS PELIGROS DE LA OPINIÓN PÚBLICA

Debido a su anonimato, la opinión pública es una forma irresponsable de poder y, por ello, particularmente peligrosa desde el punto de vista liberal. (Ejemplo: Las barreras de color y otros problemas raciales.) El remedio en una dirección es obvio: al reducir al mínimo el poder del Estado, se reducirá el peligro de la influencia de la opinión pública que se ejerce a través del Estado. Pero esto no asegura la libertad de la conducta y el pensamiento del individuo de la presión directa ejercida por la opinión pública. (...)

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