Traducción personal del artículo “Why we need more Capitalism,
not less”, publicado originalmente en inglés el 24 de octubre de 2011 en CNNWorld
[http://globalpublicsquare.blogs.cnn.com/2011/10/24/why-we-need-more-capitalism-not-less/].
Las precisiones y notas de traducción se encierran entre corchetes.
POR QUÉ NECESITAMOS
MÁS CAPITALISMO, NO MENOS
Por Russ Roberts, de Asuntos Exteriores
Nota del Editor: Russ Roberts es
profesor de Economía y Académico Mercatus de la George Mason University.
También es investigador en la Hoover Institution de la Stanford University.
Los manifestantes [del movimiento “Occupy Wall Street”
contra el 1% más rico de la población] tienen razón en una cosa: Washington ha
estado engriendo a Wall Street. Pero omiten la forma más importante mediante la
cual Wall Street vive del resto de nosotros. Los programas como el Programa de
Alivio de Activos en Problemas [Troubled Asset Relief Program – TARP] del 2008 no
son el verdadero problema. El TARP sí prestó 700 mil millones a Wall Street,
pero la mayor parte ya ha sido pagada.
Hay una ayuda mucho más importante -aunque más silenciosa- que
Washington ha dado a Wall Street durante los últimos 25 años: Cuando las
grandes instituciones financieras están en problemas, los reguladores [policymakers]
se aseguran de que sus acreedores reciban 100 centavos por dólar.
El economista Milton Friedman solía señalar que el Capitalismo
es un sistema de ganancias y pérdidas. Las ganancias son incentivos para asumir
riesgos. Las pérdidas fomentan la prudencia, lo que es igual de importante. En
los últimos 25 años, sin embargo, la política del gobierno ha sido de “laissez-faire”
en lo que respecta a las ganancias, pero socialista en lo que respecta a las
pérdidas de los acreedores. Una combinación sumamente destructiva. Se ha
alentado la toma imprudente de riesgos, financiada con grandes cantidades de
dinero prestado. Cuando se subvenciona la imprudencia, previsiblemente obtienes
más de ella.
Los rescates de los grandes acreedores –como el rescate de
Continental Illinois en 1984, el rescate de México en 1995, y el intento orquestado
del gobierno por salvar a los acreedores de la Gestión del Capital a Largo
Plazo en 1998– envían una señal a los grandes prestamistas de que podrían
perder poco o nada si las inversiones que financian se van a la quiebra. En
respuesta, ello hizo a los prestamistas mucho menos prudentes, alentando a las
instituciones financieras a utilizar dinero prestado, en lugar de su propio
capital, para financiar el boom inmobiliario.
En lo que “Ocuppy
Wall Street” se equivoca acerca de la desigualdad
Usar dinero prestado en vez de patrimonio propio permite mantener las
ganancias para uno mismo. Tal disposición es siempre atractiva. Pero ¿por qué
los prestamistas aceptan tales riesgos cuando no comparten las ganancias, y sobre
todo cuando las inversiones son cada vez más arriesgadas? Parte de la razón es
que el gobierno creó la expectativa de que los prestamistas podrían recuperar
su dinero de todos modos.
Y a menudo lo hicieron. Cuando Bear Stearns quebró en marzo
de 2008, el gobierno no permitió que la empresa cerrara. La Reserva Federal
garantizó los “activos tóxicos” de Bear Stearns para hacer “más dulce” su
adquisición por parte de JP Morgan Chase. Pero el impacto real de la operación
fue que los acreedores de Bear –en su mayoría otras grandes firmas de Wall
Street– no pagaron ningún precio por financiar los errores de endeudamiento de Bear.
JP Morgan Chase honró las obligaciones a 100 centavos por dólar. Esto reforzó
la expectativa de que las grandes empresas podían prestar y pedir prestado el
uno del otro con poco o ningún riesgo. El apalancamiento temerario es lo que ocasionó
la magnitud de la crisis, en lugar de algo más suave.
La creencia popular es que el fracaso para rescatar a Lehman
Brothers fue lo que empeoró la crisis financiera. Pero fue el rescate de los
acreedores de Bear Sterns lo que dejó que Lehman siguiera lanzando los dados,
con dinero prestado, en lugar de retroceder y recaudar más capital.
El costo real para el ciudadano común ["Main Street", en oposición a Wall Street] no ha sido la transferencia de dinero de los contribuyentes a Wall
Street. El costo real para el ciudadano común ha sido los préstamos imprudentes e
inversiones imprudentes de Wall Street, lo que llevó a prestar trillones de
dólares para construir más viviendas. Ese fue un mal uso de tan preciado
capital. Los incentivos para invertir de forma inteligente han sido distorsionados.
Y todavía estamos pagando el precio por el colapso de las empresas altamente
apalancadas.
Esto no es Capitalismo, sino “capitalismo de amigos”. El diagnóstico que hace “Ocuppy Wall Street”
sobre una simbiosis parasitaria entre Wall Street y Washington es correcto. Los
engreimientos a Wall Street dejaron los préstamos fuera de control, agrandaron
desnaturalizadamente los bancos, y ayudaron a justificar y financiar emisiones
de bonos que, de otro modo, habrían sido mucho menores.
La lucha por la
"Democracia Real" en el corazón de “Occupy Wall Street”
Sin embargo, el “uno por ciento” incluye a muchas más personas
que los ejecutivos de Wall Street que han vivido a lo grande debido a la
oportunidad de apalancar inversiones con dinero prestado. El “uno por ciento”
incluye a Steve Jobs, cuyo fabuloso crecimiento económico hizo crecer al resto.
Lo mismo ocurre con Sergey Brin y Larry Page, los fundadores de Google. Estos
innovadores hacen enormes sumas de dinero, pero los beneficios para el resto de
nosotros son aún más grandes. Grandes innovadores hacen que la torta económica sea
más grande.
Lima, 13 de noviembre de 2011.
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