Aquellos coetáneos recordarán de los 80s la escena en la película “The Karate Kid”en la que el Sr. Miyagui le enseña a Daniel San a cortar un bonsai, indicándole que cierre los ojos y que imagine cómo sería el árbol ideal. Luego le dice que abra los ojos, que mantenga la imagen en la mente, y que la utilice como modelo. Daniel San le pregunta cómo saber si su imagen es la correcta. Entonces, el Sr. Miyagui le responde que si la imagen proviene de su interior, siempre será la correcta. No voy a discutir sobre el sentido metafísico de dicha respuesta. Pero, si lo pensamos bien, un texto constitucional no es otra cosa que un modelo de cómo deseamos que sea una sociedad y su Estado.
En los cursos de Organización del Estado y de Derechos Fundamentales, habrán notado que existen una serie de propuestas y alternativas de modelos constitucionales. Sin embargo, cuando hablamos de reformas en los claustros universitarios existe el enorme riesgo de caer en lo romántico absoluto. Y cuando se trata el problema en el mundo exterior, ya sea en el rol de consultor o funcionario, se cae en el riesgo de los parches del momento (deformado muchas veces por el componente político). Con respecto al segundo escenario, ustedes lo entenderán mejor hojeando El Peruano. Así que me centraré en el primero.