Citas para reflexionar...

"Una persona exitosa es la que construye un edificio sólido con los ladrillos que le van lanzando los que quieren derribarla"
[David Brinkley].

10 de mayo de 2009

Mi experiencia con el GNV


Luego de hacer muchos cálculos, decidí convertir mi auto a gas natural. Hoy en día, cuidar el presupuesto personal no es cosa que deba tomarse a la ligera. Mi auto, pese a estar muy bien conservado, no es nuevo, es un Peugeot 306 XN, de fines de diciembre de 1997, por lo que me gusta decir que es de 1998. Es que, realmente, es un modelo de 1998, no es mentira. Además, desde que la dejaron de fabricar en 2001, la serie 306 de Peugeot se ha convertido en una clásica. En fin, tras leer una serie de folletos, y anuncios en los periódicos, me decidí, aunque no escuchaba buenas referencias de las empresas encargadas de hacer la conversión. En la web y en la calle (los taxistas son los mejores referentes), me enteraba de casos en los que las conexiones y las mangueras no estaban bien instaladas o simplemente, se habían utilizado accesorios de poca calidad.

Por esas cuestiones del destino, y precisamente cuando estaba buscando una empresa confiable, llegó a la oficina un nuevo cliente. Este cliente (cuyo caso no puedo referir por el Deber de Secreto Profesional que tenemos los abogados), resultó ser dueño de un taller de conversión a gas. Enterado de dicha circunstancia providencial, le expresé todas mis dudas acerca de la conversión. Pacientemente, el cliente respondió a todas y cada una de mis inquietudes. Algunos hechos eran inevitables y me agradó su sinceridad al no querer ocultármelos o atenuarlos. Es verdad, todavía no hay muchos servicentros de GNV, pero se proyectan cada vez más aperturas. El auto pierde un poco de potencia, aunque, seamos realistas, salvo que seamos conductores de una “combi de carreras” o un crío que usa la Pathfinder de su viejo los sábados por la noche para juerguear, el tema de la potencia y la velocidad son indiferentes y cualquier fantasía meteorezca se diluyen por completo en el tráfico limeño. Las cuestas “trágicas” (que en Lima sólo existen dos: la del Cerro Centinela en La Molina, y la del Circuito de Playas en Barranco) se subirán con gasolina, pero para el resto del recorrido, incluso para las subidas del Zanjón o las de los estacionamientos multiniveles, el GNV compensa enormemente el gasto de transporte.


Es así que ya llevo tres meses siendo el feliz conductor de un vehículo dual. Y en esta nueva faceta, me tocó descubrir aspectos de nuestra realidad limeña que pasaba por alto. Me refiero al proceso o ritual de llenar el tanque de GNV. Sé que en Lima todavía no hay muchos vehículos a GNV y por eso estas líneas pueden parecer algo extrañas para alguien que es gasolinero o incluso si consume GLP. Para que entiendan mejor lo que voy a explicar, pasaré a relatar mi primera experiencia llenando el tanque de GNV en una estación de servicios limeña.

Lo primero que hice fue ubicar el servicentro más cercano a mis rutas. Vivo en La Molina, mi Estudio está en San Isidro, y dicto clases en dos universidades en Surco. Además, algunos días de la semana, llevo a mi mujer a dictar clases en una universidad en el límite de San Isidro y Magdalena. Esto me deja pocas posibilidades. Pero hay un servicentro que se ajusta a mis diferentes trayectos, ubicado en la intersección de la Av. Domingo Orué y la Av. Paseo de la República. Por unas cuantas calles, ya estamos en Surquillo, aunque en el límite con San Isidro. Aunque muchos no lo creerán, no recuerdo el nombre del servicentro, no sé si se llama “Servicentro Panamá” o “Servicentro Orué”, sé que lleva el nombre de una de las avenidas de la intersección. Pero, bueno, mi intención no es hacer publicidad gratuita, ni que me reclamen alguna regalía después.


La primera vez que fui a llenar el tanque, cometí la torpeza que cualquier novato cometería. Conduciendo por República de Panamá, asumí que cualquier entrada era válida. Craso error. Todo grifo de GNV que se precie de serlo, tiene una sola entrada, que luego puede tener múltiples opciones. ¿Por qué?


“Oiga, la entrada no es por ahí” me dijo un vigilante, que en Lima llamamos huachimán, una caprichosa adaptación limeña de la palabra anglosajona “watchman”.

“Pero…”

“No señor, la entrada es por Domingo Orué, por donde está la cola”

“¿Cola?”

“Sí, vaya por la espalda y baje dos cuadras, ahí está empezando la cola”


En efecto, mientras que en República de Panamá el tráfico estaba libre y fluido, en Domingo Orué el tránsito se limitaba a un solo carril, el izquierdo, ya que en el derecho, yacía la cola de vehículos esperando ingresar al grifo. Di la vuelta por donde me indicó el huachimán y bajé dos cuadras… pero no fue suficiente. Tuve que bajar tres cuadras más.


La cola de vehículos era de cinco cuadras, y estaba conformada mayoritariamente por taxistas. Al ver la kilométrica cola, tuve una súbita y breve remembranza de las colas en los grifos, durante los lejanos años 80s, y confieso que pasó por mi mente seguir adelante y llenar mi tanque de gasolina en el Grifo Repsol que estaba exactamente al cruzar la avenida. Pero, entonces, me armé de valor y pensé que debía aprender a lidiar con esto, si ya era parte del grupo GNVero.

Para mi sorpresa, la cola no demoraba mucho. Más era la apariencia de los vehículos formados que la demora misma. Ahora bien, este grifo en particular es diferente a otros servicentros a los que he ido, ya que éste tiene una logística bastante buena para mi gusto. Un empleado con overol azul, se encarga de ordenar el avance de la cola a lo largo de las cinco o más cuadras que puedan formarse. Coloca además una serie de carteles con un parante de pie, en la entrada de garajes o de estacionamientos de otros negocios, para cuidar que la cola no cierre tales ingresos y evitar así molestias a los vecinos y establecimientos de la zona. Premunido con un silbato de policía, se encarga de imponer orden y de evitar que algún despistado u oportunista, se pretenda infiltrar en la cola.


Esto del infiltramiento, que en Lima llamamos “colarse”, es cosa seria. Como mencioné, la mayoría de usuarios en la cola, son taxistas, que cuidan mucho su tiempo y su combustible. Tuve la oportunidad de ver una vez que un Tico, aprovechándose de su diminuto tamaño, pretendió meterse a la cola, so pretexto de ingresar a uno de los establecimientos aledaños. Como estaba libre la entrada a dicho establecimiento, el Tico hizo una señal indicando que ingresaría a dicho negocio, pero se quedó a mitad del ingreso, momento en el cual la cola avanzó un poco, lo que le dio oportunidad al conductor de acomodarse y “colarse”. En ese momento, antes que el tipo del overol se acercara, cinco furibundos taxistas bajaron de sus vehículos y literalmente corrieron hacia el Tico. Fue entonces cuando el instinto de supervivencia se activó en el aprovechado chofer, quien antes de que el primero de los quejosos llegara a su ventanilla a ajustarle cuentas, enganchó en primera y procedió a huir.

Pero volvamos a lo de la cola. Si bien avanza a un tiempo aceptable, la cola se demora lo suficiente como para que la mayoría de taxistas bajen de sus vehículos y limpien rápidamente a su engreído con una franela. Asimismo, una vendedora de chicha morada y otra de empañadas, ofrecen sus productos, con gran acogida. Inicialmente, además de empanadas también ofrecían tamales, pero la dificultad para consumir este producto con el auto en movimiento, las hizo desistir. Esto es una prueba de la efectividad de la investigación de mercado. En las frías noches, en cambio, se añade a la oferta un caldo de cabeza de carnero [?!], y a pesar de lo complicado que debe ser su consumo, este producto sí tiene demanda. Lo que no puedo precisar es cómo lo sirven, pero definitivamente no es en plato. Confieso que no he comido ni empanadas, ni tamales ni caldo de cabeza, ni he tomado chicha en mi espera en la cola del servicentro, pero las vendedoras ya me reconocen y siempre me saludan, sin perder la esperanza de que alguna vez me convierta en cliente.


La cola avanza, y algunos taxistas matan el tiempo escuchando música. Por experiencia puedo decir que, de cada 10 taxistas en una cola de GVN, siete escuchan música del recuerdo. Pero si estamos cualquier día de semana, entre las 2:30 p.m. y las 4:30 p.m., el 100% escucha a “Los Chistosos”, en Radio Programas del Perú. Y aunque yo no sea taxista, me incluyo, con lo cual, ¡la sintonía de dicho programa supera el 100%!

Por fin ingresa mi vehículo al servicentro. Allí, un huachimán se encarga de distribuir a los vehículos a cada surtidor, con una eficiencia suiza, inusual en el Perú. Creo que la Administración del Grifo entiende que el tiempo realmente es oro para los taxistas, sus principales clientes. Ubicado ya en un surtidor, las medidas de seguridad son impresionantes, aunque no debieran parecerlo ya que son las medidas que uno debiera tomar para cualquier tipo de combustible. Pero el GNV está en la mira por las dudas que existen sobre su seguridad, así que en los servicentros de GNV sí se aplican las exigencias de seguridad: se pide al conductor que descienda del vehículo. Si hay pasajeros, todos deben descender también. Se pide que apaguen totalmente el auto, incluyendo las luces y la radio. No puede usarse el celular y si alguno no se ha percatado de los 20 carteles que establecen tal prohibición, y comienza a hacer una llamada, al menos tres empleados se acercan a exigir (ojo, repito, exigir) que se apague el celular de inmediato.


En ese instante, uno debe cuidar de que, si ha financiado la conversión del vehículo a GNV a través de la Caja Metropolitana, el empleado respectivo coloque el sensor en el chip instalado para hacer el cargo automático al pago del crédito. Allí es cuando uno realmente se da cuenta del ahorro de la conversión. El precio que paga uno tiene un incremento del 60% por el pago del crédito. Es decir, por cada diez soles que pago, seis son el pago de mi crédito, y cuatro, mi consumo real de GNV. A pesar de eso, el tanque de 4 galones de GNV se llena con 23 soles aproximadamente, que es un precio muy razonable y cómodo comparándolo con el de la gasolina. Pero, cuando termine de pagar mi crédito, ¡este monto se reducirá a menos de la mitad! Estoy esperando ese glorioso día.

Mientras llena mi tanque, una señorita se acerca con una bandeja, y me ofrece un vasito de gaseosa. Esto es más que sorprendente. Yo no recuerdo que en algún grifo, ni siquiera en Primax, me hayan ofrecido tal cosa. La primera vez que me ofrecieron gaseosa pensé en que tal vez tanto servicio estaba reflejado en el precio del combustible, pero en comparación a otros servicentros de GNV, el precio era exactamente el mismo: 1.39 nuevos soles por litro. En las noches de frío, le dan la opción al conductor de escoger café.


Todo conductor de un vehículo convertido a GNV sabe que cada 15 días, debe limpiar el filtro de aire, para que no disminuya el rendimiento del combustible. En ese grifo, al lado de las mangueras de aire, se han instalado mangueras con pistolas a manera de soplete de aire, para que los conductores, luego de llenar el tanque, puedan hacer la limpieza del filtro, si lo desean. Recuerdo que cuando me entregaron mi auto convertido, me dijeron lo de la limpieza del filtro y me intrigó saber cómo iba a hacerlo. En casa no tengo un soplete de aire. Vi en algún grifo que ingeniosos conductores presionaban las boquillas de las mangueras de aire con un lapicero para lograr el efecto de soplete. Pero en este grifo de República de Panamá, como en algunos otros pocos de GNV, ya han pensado en las pistolas de aire como solución, para beneplácito de sus usuarios.

Termina de llenar mi tanque, y ahora, paso a la fase final del proceso. A diferencia de los grifos de gasolina, en los que uno se mantiene en el surtidor hasta que termina de pagar, en este grifo de GNV, a uno lo hacen avanzar hasta una de las salidas, para dejar libre el surtidor y permitir el ingreso de otro vehículo. Un empleado se acerca raudo al vehículo con el ticket, cobra el consumo, y uno ya puede retirarse. Por lo diminuto del precio, el grifo no acepta tarjetas de crédito ni de débito, y la verdad es que a nadie le quita el sueño tal prescindencia.


A lo largo del proceso, uno puede constatar la veracidad de aquello de la “hermandad de los taxistas”. Como dije, no todos los usuarios lo son, pero sí la mayoría. Y algo de ese sentimiento de hermandad se esparce y se contagia. Se ve que los taxistas se ayudan, se prestan alicates o llaves para desmontar y limpiar sus filtros, se prestan franelas, o se ayudan a empujar sus vehículos, cuando éstos no encienden por algún problema.

En realidad, este tipo de atención no es unánime en todos los grifos de GNV de Lima, lo sé. Pero me alegra saber que al menos existe un ejemplo real que prueba que es factible dar una buena atención sin incrementos de precios, administrando inteligente y creativamente el negocio. Hoy es sábado, y por las tardes de los sábados, la cola del autoservicio se reduce a menos de una cuadra. Así que, aprovechando que debo pasar por la oficina a sacar unos papeles, en breve partiré a llenar mi tanque de GNV. Aunque seguramente hoy no encontraré a las vendedoras de empanadas, chicha morada o de caldo de cabeza de carnero, sí recibiré mi vasito de gaseosa, y podré limpiar el filtro de aire, sin preocupaciones.

1 comentario:

  1. Hola José Luis.
    Es un gusto encontrarte en la blogsfera.
    Debo decirte que yo tenía miedo de que los artículos de mi blog fuesen muy largos, pero en este sentido me has superado. Jajaja.
    Pero, extensos o cortos, lo que interesa es que captemos la atención de nuestros lectores, y tú lo consigues.
    Un abrazo.

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