"Una vez que decido tomar un caso, sólo tengo una agenda: quiero ganar. Trataré, por todos medios legales y justos, de liberar a mi cliente.
El entusiasta abogado defensor es el último bastión de la libertad, la última barrera entre un Estado sobre-envolvente y los ciudadanos. El trabajo del abogado defensor es enfrentar al Estado; hacer que aquellos que están en el poder justifiquen su conducta con relación a los que carecen de poder; articular y defender el derecho de aquellos que carecen de la habilidad o de los recursos para defenderse por sí mismos. Por cierto, incluso los ricos tienen menos poder que los pobres, cuando deben enfrentarse a los recursos de un Estado perseguidor.
Aquellos que alegan que los abogados defensores deben limitar su patrocinio a los inocentes, o a algún grupo o categoría, abren la puerta hacia un sistema en el cual el Estado decide quién tiene y quién no tiene derecho a la defensa.
Otorgar ese poder al Estado, a un colegio de abogados o a cualquier entidad, marca el inicio del fin de una defensa independiente –y el inicio del fin de la libertad”.
Alan M. Dershowitz, The Best Defense, 1982.
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