"Quien en nombre de la libertad renuncia a ser el que tiene que ser, es un suicida en pie. La libertad, como la vida, sólo la merece quien sabe conquistarla todos los días". (Johann W. Goethe)
Estando próximos a las elecciones municipales de este año, y las presidenciales del próximo año, voy a ejercer mi libertad de expresión. Antes de ello, sin embargo, nos necesarias algunas precisiones preliminares. Pero, como algunos creen conocer bien mi posición ideológica (ciertamente lo dudo), y sólo para no desviar el propósito de estas precisiones, dejaré que otros (que NO son de “mi bando”) hablen:
Extracto de la Tercera Parte del Libro “Principios Elementales del Socialismo”, de Leo Huberman.-
[…] el análisis del Manifiesto Comunista comienza con la frase "La historia de todas las sociedades conocidas hasta el momento, es la historia de la lucha de clases". ¿Qué rol juega el Estado en esta lucha entre las clases? […]. El rol del Estado en la sociedad es explicado en el Manifiesto Comunista: "Los dirigentes del Estado moderno no son sino un comité para administrar los asuntos comunes en beneficio de toda la burguesía". […] Se desprende, por lo tanto, que si el objetivo de la clase trabajadora es abolir la propiedad privada sobre los medios de producción, debe destruir el Estado actual que tiene la clase dirigente reemplazarlo por un Estado nuevo. La clase trabajadora sólo puede obtener el poder y la revolución tendrá éxito si el Estado de la clase dirigente es destruido y se establece un Estado adecuado a la clase trabajadora en su reemplazo.
Extracto del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, p. 169-189.-
La apertura política iniciada tras el anuncio del retiro de los militares del gobierno, estimuló dos posturas en la izquierda. La más radical supuso que la crisis del régimen militar correspondía al avance de las luchas populares y a la inmanejable crisis económica, de ello dedujeron que se abriría una «situación revolucionaria», la que debía ser alimentada a través de la agitación y la propaganda en todos los escenarios posibles. […]
Para la revista Marka, principal órgano de prensa de la izquierda, ambas posiciones compartían un mismo significado del proceso: «la Asamblea Constituyente es un organismo antidemocrático y «parametrado» por su origen, y reaccionario por su composición mayoritaria y pertenencia al estado burgués. Nada favorable al pueblo, pues, puede esperarse de semejante engendro antipopular». Sin embargo, la casi totalidad de las organizaciones y partidos de izquierda optó por participar en las elecciones presionadas por «las masas» de los movimientos sociales. Así lo hicieron pretextando utilizar la Asamblea Constituyente como tribuna de agitación y propaganda de sus postulados revolucionarios.
[…] La principal agrupación maoísta de la izquierda peruana, el PCP-Patria Roja, desistió de participar, señalando la necesidad de denunciar el carácter «engañoso» de la Asamblea Constituyente que «desviaba» el trabajo revolucionario.[…].
Como resultado de las elecciones, la izquierda obtuvo cerca de un tercio de los escaños. Sin embargo, pese a su notable ingreso en la escena oficial, para el más destacado constituyente de la izquierda, Carlos Malpica Silva Santisteban, la perfomance de la bancada izquierdista dejó mucho que desear […]. De hecho, la bancada izquierdista no suscribió la Constitución Política porque «no incluía las aspiraciones fundamentales del pueblo peruano». […]
«Es decir, la actuación de la izquierda dentro del régimen constitucional no estuvo dirigida a legitimar la democracia y a tratar de capitalizar políticamente su participación en ella. Al contrario, la izquierda pensó que negando legitimidad al régimen democrático aumentaba la propia dentro del mundo popular» (Osmar Gonzáles 1999:147).
[…] El dogmatismo ideológico, el caudillismo y las aspiraciones electorales partidarias hicieron prácticamente imposible que la izquierda se unificara y participara en una lista unitaria. […] La división de la izquierda facilitó la victoria de Fernando Belaunde Terry, candidato presidencial de Acción Popular (AP), y permitió la ubicación del APRA como segunda fuerza política en el país, con lo cual la izquierda fue relegada a un segundo plano.
[…] La izquierda tomó conciencia de las causas de su derrota y teniendo como norte las elecciones municipales de noviembre, empezó de inmediato con sus esfuerzos unitarios. El resultado de estas negociaciones culminó en la fundación del frente político electoral Izquierda Unida (IU) el 11 de setiembre de 1980, que en la versión de sus integrantes buscaba convertirse en un «frente revolucionario de masas».
[…] En la primera Declaración Política de IU del 12 setiembre de 1980, los lineamientos que planteó el frente fueron «por la destrucción del Estado burgués y la conquista de un Gobierno surgido de la acción revolucionaria de las masas, de la clase obrera, del campesinado y del conjunto del pueblo oprimido». […]
La «ocupación de funciones públicas», ya sea en el parlamento o en los municipios, mediante las elecciones se convertía en objetivo central de la IU y de sus organizaciones integrantes. En ese sentido, como lo expresaba Alberto Moreno, dirigente del PCP-Patria Roja: «hacer política era desarrollar una estrategia revolucionaria y era en beneficio de ella que no se descartaba sino que se postulaba la participación en las elecciones y la ocupación de funciones públicas. Una manera en que la participación electoral alimentaría la estrategia revolucionaria era mediante el apoyo a las movilizaciones populares desde el escenario democrático» (Parodi 1993: 135) […]
Aquel proceso de inserción de la izquierda en la recién instalada democracia estuvo aparejada con el «inicio de la lucha armada» del PCP-SL, el 17 de mayo de 1980. En los años siguientes la acción de los subversivos impactó de diversa manera a la izquierda y a la democracia.
[…]En su interpretación del conflicto, la izquierda consideraba que la subversión tenía una causa fundamental en la postración y explotación social de los sectores populares que la «democracia burguesa» era incapaz de enfrentar y acabar. En ese sentido, el uso de la violencia para cambiar aquel «orden injusto» se legitimaba en la medida que la ejercieran «las masas» y no una «vanguardia iluminada» en su nombre y más aún empleando el terrorismo en forma indiscriminada. «El derecho a la violencia es legítimo y lo encontramos cuando Cristo echa a los mercaderes del templo e insurge contra el orden mercantilista, cuando Espartaco se rebela con los esclavos, en el mismo Santo Tomás... lo vamos a encontrar siempre que los elementos fundamentales de la vida humana sean violados por sistemas de opresión y explotación del hombre. El terrorismo nada tiene que ver con esta violencia...» (Bernales 1981).
[…] Al ser considerada inevitable, una de las tareas de la izquierda consiste entonces en «decirle al pueblo [...] que no sea ingenuo y que sepa qué clase de enfrentamiento vendrá en el momento en que vaya avanzando en la conquista de sus derechos y quiera hacerlos respetar» (Diez Canseco 1981: 10). Lo que se cuestionaba no era, en principio, la posibilidad de la violencia como parte de la acción política; sino la forma y oportunidad con que Sendero Luminoso imponía su particular levantamiento.
[…] Así, con ocasión de una romería a la tumba de José Carlos Mariátegui, en abril de 1982, Alfonso Barrantes, presidente de IU respondió de la siguiente manera a un grupo de exaltados militantes izquierdistas radicales: «deseo un buen viaje a los compañeros que han escogido el camino de las armas, pero este hecho de ninguna manera alterará el camino y el cronograma que nos hemos trazado en IU». Y a propósito del asalto al penal de Huamanga (departamento de Ayacucho) en marzo de ese año, un pronunciamiento de IU destacó: «el valor de la entrega de la vida en defensa de sus ideales de los militantes de Sendero Luminoso, señalamos nuestras discrepancias con ellos, ya que en política no valen las buenas intenciones sino las repercusiones y proyecciones concretas de una determinada acción» por lo que no se discutía la opción armada sino su oportunidad. […]
Al compartir una matriz ideológica similar, dichos partidos no pudieron asumir una posición clara frente al tema de la «violencia revolucionaria», ni deslindaron claramente con el pensamiento y la acción del PCP-SL y del MRTA. Esta indefinición junto a la ambigüedad frente a la democracia fueron los gérmenes de futuras tensiones al interior de IU que a la postre los llevó a su ruptura cuando sus partidos integrantes se animaron a encararlas.
Hacia 1983, la izquierda había logrado ganar audiencia entre diversos sectores del país. Esto quedó particularmente demostrando en noviembre de 1983 cuando IU ganó las elecciones municipales para la Alcaldía de Lima. Alfonso Barrantes resultó elegido como alcalde. La izquierda obtuvo el 29% del total de votos emitidos en todo el país. IU triunfó en siete capitales departamentales y 30 capitales provinciales. […] .
En cuanto a Alfonso Barrantes, si bien su deslinde con el PCP-SL fue público y notorio tras su encumbramiento electoral, su liderazgo no tuvo consenso en cuanto a dirimir cuál era la posición de la IU frente a la lucha armada. En lo personal su postura era opuesta a ella, aunque compartía, cada vez menos, con el resto de integrantes del frente izquierdista la ilusión por una insurrección popular donde se combinaran «todas las formas de lucha»; en tanto, su opción por la integración definitiva al régimen democrático fue cobrando mayor fuerza. Pero con el objetivo de unir al frente, Barrantes, y su entorno, no terminaron de confrontar definitivamente los campos ideológicos en IU, sino hasta varios años después. […]
Sin una propuesta ideológica y política que se convirtiera en hegemónica, la ambigüedad discursiva y de acción política se mantuvo en IU. Esta situación se vio reflejada en las conclusiones del III Comité Directivo Nacional Ampliado del frente izquierdista, realizado el 28 y 29 de abril de 1984. «IU no renuncia por principio a ningún medio de lucha, ni forma de organización. Combina todas y cada una de ellas, sean legales o ilegales, abiertas o secretas, según las circunstancias», empleando para ello «los medios menos dolorosos posibles pues esto coincide con la aspiración de las masas» (IU 1984:15).
[…] Cuando Barrantes aceptó su candidatura a la presidencia marcó distancia con los dirigentes izquierdaunidistas que sugerían un diálogo con los senderistas, declarando: «yo no concilio con el terrorismo y el que lo haga dentro de IU tiene las puertas abiertas para irse» (El Comercio 1985). […].
Derrotado en la primera vuelta, Alfonso Barrantes declinó presentarse a una segunda vuelta electoral. Con ello, el Comité Directivo Nacional de IU se dividió. […].
En esas circunstancias, IU participó en las elecciones municipales del 9 de noviembre de 1986. Barrantes fue el candidato en busca de la reelección para la Alcaldía de Lima. Confiando en la popularidad que le había deparado su gestión, no se comprometió de lleno en la campaña electoral. En tanto, Jorge del Castillo, candidato del PAP, desplegó una intensa campaña electoral que contando con el evidente apoyo presidencial le facilitó el triunfo en las elecciones por un estrecho margen de votos. A pesar de haber incrementado su caudal electoral con relación al obtenido en la contienda electoral de 1983, IU perdió en numerosas provincias de los departamentos de Cuzco, Puno y Arequipa (Tuesta 2001). A fines de año, IU concluía un periodo de gobierno municipal, con desempeños dispares en las gestiones ediles, con muy poca coordinación con los dirigentes nacionales de IU, y con muy poca o nula estructuración con las organizaciones partidarias.
[…] Sin embargo, las críticas al liderazgo de Alfonso Barrantes motivaron su renuncia a la presidencia de IU en 1987. Renuncia, que fue el síntoma de un malestar más profundo en la izquierda legal.
[…] En diciembre de 1986, apareció una Carta al Partido, firmado por 11 dirigentes del PCP-Patria Roja, dirigida a Alberto Moreno entonces Secretario General de dicho partido. En ella, bajo un lenguaje partidario, se criticaba a los máximos dirigentes por su alejamiento de la Línea General, es decir de «preparar al partido para la guerra», aprobada en su V Congreso, y las desviaciones reformistas en las que habrían incurrido.
[…]
Extracto del Artículo de Fernando Tuesta Soldevilla “Por una Dirección Colectiva”, publicado en el diario La República, del 21 de mayo de 1987.-
Si el Dr. Barrantes en su calidad de presidente del frente hubiera asistido a las reuniones del Comité Directivo, conjugando opiniones, vertiendo a título del frente sólo aquellas donde exista acuerdo, así como participar, dialogar o debatir en el caso que así lo decidiera el ente directriz del frente, es posible que el desarrollo de su liderazgo hubiera sido menos conflictivo. Esto no sucedió. Por el contrario, aprovechándose del cargo, que algunos pensaron, ingenuamente al otorgárselo, que sería simplemente de una inocua representación, dio rienda suelta a la más extensa arbitrariedad jamás vista y a la irresponsabilidad en un trato tanto de los aliados, como de los adversarios y enemigos políticos. Situación que hoy IU como frente está casi imposibilitado de revertir.
Extracto del Artículo de César Hildebrandt “Escenario del 2011”, publicado en su Blog, el 1º de agosto de 2008.-
Claro, se me dirá, pero ya no está Barrantes. Pero es que Barrantes nunca fue serio, a pesar de su éxito, su carisma, su bonhomía y su talento. Barrantes inventó el barrantismo, que lo que aportó a las ideas fue un buen vaso de leche en polvo. Y eso de “la izquierda unida jamás será vencida” era para sacarle pica a Hugo Blanco, que fue su bestia negra. Y después de Barrantes, mucho después, llegó Ollanta Humala, que es un buen hombre y un pésimo candidato. Humala patentó el humalismo, que es algo así como frasear el malestar pero sin saber adónde se quiere llegar. Barrantes era una federación de urgencias. Humala es un chilcano de furias. Pero ambos, en el poder, no hubieran salido del día a día. Y a ambos los atormentaba un zafarrancho de ideas que los hacía contradecirse cada semana.
Extracto del Artículo de Martín Tanaka “Barrantes: vicios privados, vicios públicos”, publicado en su Blog el 23 de diciembre de 2007.-
Bueno, pero yo estaba hablando sobre Barrantes. En Huaycán descubrí algo que mucha gente dentro de la izquierda sabe: Barrantes era un estorbo dentro de la municipalidad. Era una excelente cara pública, gracias a él se ganó la elección, pero era terrible dentro. En Huaycán y en Participación Vecinal descubrí, para mi sorpresa, que Barrantes frecuentemente boicoteaba actividades y programas del municipio por pura mezquindad política. Barrantes solía decir que él no iba a trabajar para Patria Roja o para el PUM o para cualquier otro grupo que "se aprovechaba de él", entonces saboteaba actividades de unas oficinas o el trabajo en algunos barrios, para no “beneficiar” a partidos que tenían “presencia” en esas zonas. En Huaycán me consta que no quiso estar en algunas inauguraciones de obras porque esas eran zonas “de Patria Roja”. Muchas personas que trabajaron en la Municipalidad saben que la gestión funcionó gracias al equipo encabezado por el Teniente Alcalde, Henry Pease, y a pesar de Barrantes. Las cosas funcionaban bien cuando Barrantes estaba de viaje (ocasión bastante frecuente, por lo demás), y se trababan cuando regresaba.
Así que mi experiencia en Huaycán me hizo rápidamente antibarrantista. Estos defectos de Barrantes se hicieron patentes también en las campañas de 1985 y por la reelección de 1986. Barrantes dejaba plantada a la gente en los mítines, no subía al estrado si es que en él había gente que no le caía, suspendía actividades de campaña para asistir a recepciones y cocteles... en otras palabras, Barrantes era un tipo mezquino, paranoico, frívolo, que le encantaba frecuentar actividades sociales oficiales, y que privilegiaba ello a la asistencia a mítines y encuentros populares. De esto mucha gente dentro de la izquierda ha comentado, solo que pocos lo han puesto por escrito. Por eso recomiendo leer Izquierda Unida y el Partido Comunista, de Guillermo Herrera (Lima, Termil, 2002, 823 p.), donde encontrarán muchas anécdotas al respecto y un interesante análisis de los problemas de la izquierda.
Por ejemplo, Herrera cita a Angel Delgado:
"... Yo estaba en la comisión de campaña [1986] y recuerdo cuando Barrantes no iba a los mítines, especialmente a las zonas populares, y tenía que ir yo a veces con Pease. La gente, incluso, al no ver a Barrantes nos silbaba. Había una desazón profunda y no era una sino varias veces; el momento más crítico fue en el mitin de cierre de campaña, al que amenazó con no ir. Nosotros habíamos programado un rol de oradores pero Alfonso exigió hablar solo, y en su discurso arrancó diciendo que él no le debía nada a nadie y que sólo sentía un compromiso con su pueblo. Más tarde responsabilizaría de la derrota a los partidos, acusándolos de haberlo dejado solo, de haberlo abandonado...
[el desapego de Alfonso con la campaña, que dejaba de ir a reuniones, mítines, y no se preparaba para las polémicas] el caso extremo ocurrió cuando vino la cantante Paloma San Basilio y Barrantes se la pasó días de días atendiéndola, dejando de lado los compromisos electorales" (p. 324-325).
"Me acuerdo una anécdota famosa que me contaba [Mario] Zolezzi, también regidor de Lima): una vez por falta de cupo en un vuelo o algo así, tuvieron que quedarse en Arequipa, y se suscita el siguiente diálogo:
- Entonces, ¿qué hacemos, Dr. Zolezzi? Dice Barrantes.
- Iremos al hotel, le responde Zolezzi.
- No, le dice Alfonso, voy a llamar a Alan.
Según la versión que recibí, Barrantes cogió un teléfono y llamó a palacio, pidiéndole a Alan García que le envíe un avión; cuenta Zolezzi que el presidente García les ofreció enviar el avión presidencial y que Barrantes le comentaba entre risueño e irónico: ése es el poder" (p. 326).
La paranoia de Barrantes respecto a compañeros que le serruchaban el piso era hábilmente alentada por Alan García. Al respecto ver por ejemplo de Jeff Daeschner, The War of the End of Democracy: Mario Vargas Llosa vs. Alberto Fujimori. Lima, Peru Reporting, 1993; y de Gregory Schmidt, “Fujimori's 1990 Upset Victory in Peru: Electoral Rules, Contingencies, and Adaptive Strategies” en: Comparative Politics, vol. 28, No. 3, Apr., 1996, p. 321-354.
Los problemas que generaba el tipo de conducción de Barrantes se expresaron después en la silbatina que recibió de la militancia en un mitin en la plaza San Martín en 1986, y su posterior renuncia a la presidencia de IU. Para la izquierda era necesario construir una dirección más institucional, menos caudillista. Para eso se convocó al I Congreso Nacional, que como sabemos fue un fracaso, porque marcó el inicio de la ruptura y la liquidación de la izquierda (entre paréntesis, en lo personal pasé de mi antibarrantismo a un distanciamiento de IU, para luego entusiasmarme con las posibilidades que abría el I Congreso, lo que me llevó a militar en IU como independiente, y apoyar a la Comisión organizadora del Congreso, presidida por Pease; trabajé en la Comisión de Formación Política con Narda Henríquez, pero esa es otra historia que debe ser contada en otro lugar, como diría Michael Ende. En todo caso, entré a militar muy tarde, porque la IU se destrozó poco después).
En la debacle de la izquierda Barrantes tuvo mucha responsabilidad, a mi juicio (no solamente él, ciertamente): apostó por cimentar su liderazgo por fuera de IU, en vez de luchar por ganarlo dentro. Por eso no participó en el Congreso, jugó a dividir a la izquierda, lo que logró al final, pero con consecuencias catastróficas: tan malas, que Pease, como candidato de IU, sacó más votos que él, el supuesto imán de votos, como candidato de Izquierda Socialista en 1990. Barrantes terminó su vida política en 1995 reviviendo como comedia la tragedia de 1990, con el sainete de su candidatura presidencial esta vez con IU, que terminó en su renuncia, al no llegarse a acuerdos para definir candidatos (qué novedad), candidatura que terminó asumiendo Agustín Haya (sí, el actual Jefe de la APCI, actual militante aprista), por la cual sacó el 0.6% de los votos.
Extracto del Artículo de Fernando Tuesta Soldevilla “IU: ¿Era Barrantes imprescindible?”, publicado en el diario La República el 03 de junio de 1987.-
¡Hasta que renunció! El otrora incuestionable presidente de IU dejó su amplísimo cargo por radio y televisión; en directo y con estilo. Es decir de lo más informal. Sus compañeros de frente político debieron sentirse como convidado de piedra cuando conocieron, bien sentaditos en sus casas, la decisión de su presidente.
Pues bien, contrario a todo burocratismo el Dr. Barrantes obvió olímpicamente cualquier trámite y reunión con el Comité Directivo Nacional (CDN) de IU y como, cuando Alan se refiere a los funcionarios públicos, dio rienda suelta a sus diatribas y críticas contra sus compañeros izquierdistas, aquellos que lo elevaron, hace siete años, a un puesto tan polifuncional como los principios, que Barrantes maneja tan prolijamente. Fue también elaborada su renuncia que hasta pareció víctima de los “prosenderistas” de IU. Así y de infraternos a sus oponentes al interior de dicho frente. Esto le dio un tono melodramático a su presentación, pese a que afirmó que entregará la presidencia sin "quejumbre ni resentimientos".
Pero el Doctor tenía razón cuando sostuvo que él no es el único responsable de la crisis de IU sino todo su CDN, ya que fueron los secretarios generales de los partidos quienes lo eligieron para el cargo. Primera autocrítica que tienen que hacerse. ¿Sobre la base de qué lo eligieron? Aparentemente por haber logrado el segundo lugar en las municipales del 80. Si de eso se tratara, hace tiempo que hubieran presidenciado a otros antes que a Barrantes. También hay quienes afirman que se lo escogió por su consecuente lucha por la unidad de izquierda. Esta afirmación merecería la misma respuesta descalificadora que la anterior. Entonces ¿Por qué? ¿Por su currículum político, como señala en el folleto editado por sus amigos "Barrantes: historia de un líder popular"? Parece no ser ese el motivo. En el anecdótico texto, tan esforzadamente elaborado, no hay nada que nos lleve a esa conclusión. Si no basta repasar lo que allí se señala como lo más saltante de su trayectoria política: chapuzón en la pileta de San Marcos cuando era el presidente aprista de la FUNSM en un acto contra Nixon, lapicero regalado por Chou En Lai en un viaje a la China en 1964 con el que firmó su solicitud de ingreso al PCP y desde allí hasta...el 80.
Marcial Rubio tiene razón cuando sostiene que IU no fue fundada por Alfonso Barrantes sino fue llamado a presidirla. Cierto, pero a ello hay que agregarle que esta situación respondió a una forma de resolver la crisis de la izquierda luego del fracaso del ARI y las elecciones del 80: la salida individualista. Fue la respuesta de los vencidos en los que no se encontraba nuestro personaje, que abandonó a la UDP a su propia suerte. Con una tradición de partidos menos permeables al trabajo conjunto que no sea el sindical, buscaron la permeabilidad de un individuo para la candidatura municipal. La unidad era lo que importaba a toda costa, así se pensaba. Unidad vista como medio, objetivo y fin a la vez. Como en el álgebra el Dr. Barrantes fue la suma de contrarios, es decir igual a cero. Así ocurrió.
En el 80 con la aureola de haber conseguido el segundo lugar en Lima y ya como presidente de IU, el abogado sanmiguelino, beneficiado por las reglas propias de la democracia -donde los líderes se pueden manejar independientemente de su base social, aunque parezca lo contrario- abrió alas y voló en el mejor estilo bonapartista, por encima de las divergencias pasando paulatinamente de árbitro de las tendencias a encabezar, con su humilde y modesto estilo, una de ellas. Esto también fue posible porque en aquellos años, las masas, luego del período 77-79, hondamente golpeadas por la crisis, han cesado de movilizarse, organizarse y cuestionar. Es decir, ser sujeto de su propia historia para transformarse en meros espectadores de la historia de un sujeto. El Dr. Barrantes es pues fruto de la respuesta a una crisis mal entendida. Pero, él no tiene responsabilidad allí, hizo lo que sabía. Formado en la doctrina prialelina de la Convivencia, y bajo el grito de dialogar no es pactar, pactó. Entonces pocos se atrevieron a criticarlo pues creyeron que era posible que se rectificara o, que sin él Izquierda Unida se dividiría o desapareciera, como quería la derecha. Pero hay que aclarar, la izquierda es importante electoralmente porque lo fue social y políticamente en las dos últimas décadas. El Dr. Barrantes, y allí están los estudios electorales, no le agregó nada nuevo a la tendencia general del caudal izquierdista; un tercio del total, que es anterior a su existencia como candidato. Esta imagen de un Barrantes, con una enorme votación propia y, por lo tanto interlocutor único y privilegiado curiosamente fue eliminada por quienes -desde fuera de la IU- necesitaban de un opositor dócilmente comprometido con el sistema. Esto acabó el domingo pasado. Por eso la preocupación de disímiles personajes, como Alan García, Manuel Ulloa, Mario Polar, etc. […]
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19 de Setiembre de 2010.
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